Del posimpresionismo al posecologismo: bosquejos con sopa

Armando Páez | 17 de octubre de 2022 | Artículos, etc.

La mañana del 14 de octubre de 2022 en la National Gallery de Londres un par de ecologistas arrojaron sopa de tomate a Los girasoles, obra del pintor neerlandés Vincent van Gogh realizada en 1888. Después de atacar el cuadro (protegido con un cristal) las jóvenes, pertenecientes a la organización Just Stop Oil, se pegaron a la pared. Una de ellas dijo:

¿Qué vale más, el arte o la vida? ¿Vale más que la comida? ¿Vale más que la justicia? ¿Qué nos preocupa más, la protección de una pintura o la protección de nuestro planeta y la gente? La crisis por el coste de la vida es parte del coste de la crisis del petróleo, el combustible es inaccesible para millones de familias hambrientas y con frío. Tampoco pueden darse el lujo de calentar una lata de sopa.

Es necesario superar las categorías conceptuales del ecologismo, ya que esta ideología y poder político-económico, surgido como movimiento social, es guiado por criterios y visiones del mundo equivocados, imprecisos y exagerados, además de proponer un modelo socioeconómico inviable debido a que está basado en sistemas energéticos (fundamentalmente fotovoltaicos, termosolares y eólicos) que no se pueden implementar en todas partes, son intermitentes y no están libres de impactos ecológicos y ambientales, junto con sus limitaciones territoriales y financieras.

La acción de Just Stop Oil en la National Gallery lleva a señalar otra razón para justificar el posecologismo. Todo es absurdo en la protesta: el objeto atacado, el artista y cuadro elegidos, la actuación, lo dicho, el sentido de la acción. No fue una expresión brillante, sino corta de entendimiento. El ecologismo de ser una voz crítica necesaria en la década de 1970 pasó a ser idiota.

El arte es una de las expresiones más elevadas de la vida. Se pinta, se esculpe, se hace música, se escribe, porque se vive: se contempla, se goza, se sufre. Y es tan intenso lo que experimentan muchos artistas que prefieren dejar de comer que traicionar sus ideales. Sin comida no puede haber arte, sin duda, pero ¿para qué comemos, nos satisfacemos, esforzamos, persistimos? No son pocos los artistas que han sido víctimas de injusticias y que han dedicado su talento a denunciar los excesos del poder y la destrucción de ecosistemas y el daño que los procesos industriales provocan a la gente. Contraponer el arte, su protección, a la vida, la alimentación, la justicia, la salud del planeta y el bienestar de las familias es idiota.

Just Stop Oil ignora que lo que le impide a millones de personas tener acceso a una sopa caliente y calefacción no sólo es el mayor costo de la producción del petróleo y gas natural por lo que implica su extracción y refinación, sino las políticas energéticas que provocan artificialmente el encarecimiento de los hidrocarburos a través de impuestos a la emisión del inocuo dióxido de carbono y no prevén su escasez, dada su importancia en la matriz energética y la elaboración de miles de productos gracias a la petroquímica. Las alternativas energéticas no pueden ni podrán en los próximos años resolver la demanda de electricidad y calor a gran escala, menos sustituir a los hidrocarburos como materia prima. La transición a una economía sin petróleo, gas natural, carbón y centrales nucleares es más compleja de lo que plantea el ecologismo.

Tomemos como ejemplo la sopa de tomate. La producción masiva de este alimento y su distribución internacional requiere mucha energía, debido a la mecanización y extensión de los procesos agrícolas (maquinaria, agroquímicos, riego, bodegas), su procesamiento, su envase en latas de aluminio, su transportación de las procesadoras a las terminales y centros de distribución y de ellos a los puntos de venta. Hidrocarburos.

La sopa que arrojaron las activistas es marca Heinz, empresa fundada por Henry Heinz en Sharpsburg, Pensilvania (Estados Unidos), en 1869, diez años después de que en ese mismo estado, en Titusville, a unos 125 km al norte, comenzara la producción industrial del petróleo. Heinz Endowments, una de las organizaciones filantrópicas norteamericanas más importantes, es encabezada por Teresa Heinz, esposa de John Kerry, enviado presidencial especial de los Estados Unidos para el clima. La sopa es el mensaje.

Cinco años después de que Henry Heinz creara su empresa, se realizó en París la primera exposición impresionista: industrial, energética e intelectualmente el mundo estaba cambiando.

Si algo caracterizó a los posimpresionistas (Van Gogh, Paul Cézanne, Paul Gauguin) fue su lectura de los avances y efectos del nuevo orden industrial y tecnológico, su rechazo a los circuitos artísticos establecidos, su ruptura, su experimentación, su soledad, ser fieles a sí mismos: ¿no es esto lo que lleva a la rebeldía y el cuestionamiento del sistema y su inercia? La sopa arrojada en la National Gallery no sólo cubrió un cuadro.

Dar un paso más en el arte requiere observar lo humano y a la naturaleza. También fue idiota que Just Stop Oil eligiera al genio nacido en Zundert en 1853 y particulamente a Los girasoles. Además de sus propiedades medicinales y nutricionales, esta planta (Helianthus annuus) representa el sentido de la transición energética a una sociedad pospetróleo que pregona el ecologismo: su heliotropismo (movimiento de las hojas y flores siguiendo al Sol) ha inspirado sistemas fotovoltaicos y su aceite se puede emplear para producir biodiésel (aunque esto no está libre de polémica por su impacto ambiental).

O quizá cubrir no sólo Los girasoles sino toda la obra de Van Gogh es el propósito. En Campo de trigo con cipreses y La noche estrellada (ambas realizadas en 1889, un año antes de su muerte) debemos concentrarnos en el cielo: en la primera pintura apreciamos nubes, en la segunda la turbulencia del aire. La presencia de nubes bajas disminuye la temperatura; la turbulencia es un fenómeno caótico, como los fenómenos atmosféricos y su relación con la actividad solar y los océanos, imposibles de comprender plenamente aún y por lo tanto de construir con base en ellos escenarios del futuro: no hay elementos teóricos para bosquejar un apocalipsis climático.

Al tapar a Van Gogh el ecologismo no ve las flores, el trigo, los árboles, el cielo, las nubes, el caos, no los quiere ver. Tampoco ve a la gente. Esta falta de observación define su falta de entendimiento, su idiotez: la pobreza energética es consecuencia, en buena medida, de las políticas que los partidos verdes y tipos como John Kerry vienen imponiendo para supuestamente “salvar” al planeta, pero ¿quién nos salva de ellos? El denominado “zar del clima” recomendó a los países africanos no invertir en gas natural para obtener electricidad, a pesar de que alrededor del 43 por ciento de la población de este continente carece del servicio. Y muchos de sopa.

El arte plantea preguntas, nos invita a percibir y a profundizar a través de las obras y de las propias vidas de los artistas, sobre todo de los revolucionarios y rechazados en su tiempo: Gauguin y Cézanne se alejaron de los conformismos sociales, Van Gogh y Gauguin murieron carentes de lujos y comodidades, los tres se acercaron a la muerte pintando. El precio de leer un mundo en movimiento, moviéndose.

Un bisnieto de Henry Heinz, John (primer esposo de Teresa Heinz, falleció en 1991), fue senador, benefactor y coleccionista de arte, atesoró más de 100 obras pertenecientes al Siglo de Oro de la pintura neerlandesa (siglo XVII), décadas marcadas por el descenso de la temperatura que hoy se conoce como la Pequeña Edad de Hielo; los paisajes invernales de Hendrick Avercamp y los Brueghel se usan para ilustrarla.

Van Gogh vivió en una Europa con un clima más benigno, pero padeció hambre y frío: en muchos días no pudo disfrutar una sopa caliente. Dudo que haya desperdiciado alimento arrojándolo a sus bosquejos y cuadros, incluso en sus arrebatos de locura.

[Imagen: Vincent van Gogh]